Las Cuitas De Carlota
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Description
Helena Araújo nació en Bogotá en 1934. Estudió en la Universidad Nacional, en la Universidad de Maryland, en Washington, y en las universidades de Lausana y Ginebra, en Suiza, país donde reside desde comienzos de los setentas, dedicada a la docencia universitaria y a la escritura de sus obras narrativas y de crítica literaria. Su primer libro de relatos, La M de las moscas, apareció en 1970, y en 1981 su primera novela, Fiesta en Teusaquillo. Recientemente, la editorial Hombre Nuevo publicó el libro de cuentos Esposa fugada y otros cuentos viajeros (2009). Esta misma editorial hizo la segunda edición de Las cuitas de Carlota, en 2007, en vista de que la primera edición, de la editorial española March, en 2004, tuvo muy escasa difusión en Colombia.
Las cuitas de Carlota es una novela epistolar, dividida en tres capítulos, titulados: "Una carta a Elisa", "Otra carta a Elisa" y "¿Posdata o epílogo?". Son, en realidad, tres extensas cartas de la protagonista, Carlota, a su prima Elisa, escritas por encargo de esta última, con la intención de proveer materiales para una novela que proyecta escribir Elisa. El contenido es un relato de su vida, unas memorias escritas a vuelapluma. La ironía narrativa consiste en que las cartas de Carlota, ese "sartal de pendejadas", como las llama la narradora, son la única novela. El proyecto de Elisa queda, al parecer, sepultado debajo del relato aparentemente ingenuo y espontáneo de su prima no escritora. O tal vez será una futura segunda novela, con la voz y el punto de vista de Elisa.
Carlota cuenta la vida de las dos, pues su tarea es recordar, consignar el material en bruto. Su novela, deliberadamente, da la impresión de una escritura espontánea, no literaria, no elaborada intelectualmente, con el supuesto de que es Elisa la que hará ese trabajo. De ahí viene el tono de charla, esa apariencia de un chisme interminable o de un sartal de chismes, sin otra pretensión que recordar y contar. Esto es también parte de la ironía de la novela: todo lo que se supone que Elisa traduciría después al lenguaje de la política o del feminismo o del psicoanálisis, ya está dicho por Carlota, pero de tal manera que el supuesto punto de vista de Elisa queda expresado en las cartas de forma cómica y paródica. Podría decirse que la novela es simplemente el relato de las cuitas de Carlota, no las cuitas de Werther contadas por él, sino las de ella contadas por ella misma, trasladada a Colombia en la segunda mitad del siglo XX. Pero esta Carlota rememora también las cuitas de Elisa, escritora, intelectual de izquierda, feminista y en plan de convertirse en novelista utilizando las cartas de su prima. No hubo tal novela. Los borradores, los materiales recopilados para escribirla, son la novela. Y la autoría terminó siendo de la rememoradora que dejó sin palabras a la proyectada autora.
En el tono de la narradora predomina la autoironía. Desde el primer párrafo aparecen sus comentarios burlones sobre lo que escribe: "He comenzado a redactarte esto mil veces, te juro, pero apenas me salen unas cuantas paginitas cursis". A lo largo de la narración, Carlota insiste en su corto vuelo intelectual y su ignorancia en contraste con la inteligencia y la cultura de Elisa. Sin duda, se trata de pura astucia narrativa, una estrategia que le permite las más duras e incisivas críticas de la vida social y política y los relatos más crudos de frustración sexual y amorosa en un tono de falsa ingenuidad. Todo lo dice en la forma más directa y dolorosa, pero siempre agrega su frase favorita: "yo de eso no entiendo ni pío, mija". Una de las construcciones sintácticas más frecuentes en esta novela es: mientras yo hacía esto…tú andabas en esto otro, "mientras yo vivía sometida a lo que pontificara la Curia Apostólica y todavía más inhibida que cuando era señora bien casada, tú andabas con tus cuates californianas quemando sostenes, echando ruleros a la basura y exigiendo un salario contante y sonante para las amas de casa". La contraposición sirve de pretexto para describir la militancia y las ideas políticas de Elisa en el lenguaje de Carlota, con efectos cómicos de contraste que implican una objeción a la jerga pedante y al dogmatismo de las sectas, pero no rebajan su potencial crítico: "Fíjate pues, Eli, aunque todo el mundo dijera que las feministas bogotanas eran histéricas o amargadas, me dio por interesarme en una que le había jurado la guerra a los curas y dirigía una revista donde se publicaban siempre artículos contra el Concordato. Además, la tal revista publicaba testimonios de ‘señoras separadas' para una sección titulada ‘La Curia contra la mujer'. Yo la compraba cada semana y me la leía todita. Los tales testimonios eran un folletín espeluznante mija, cada uno peor que el otro. Caramba, leyendo todo eso me enteré de que yo había salido bien librada: por lo menos estaba en mi casa con los niños. Entre tantas desgracias y tantos dramas, el mío pasaba desapercibido. Sin embargo, un buen día me envalentoné y redacté un recuento de mi separación, describiendo las arbitrariedades del juicio y de la sentencia. ¡En seguida me lo publicaron! Claro, Esteban dio con la revista en alguna parte, se puso iracundo y se vino a advertirme que la ropa sucia se lava en casa".
La decisión de la autora parece clara: es mejor, vale decir, más apropiado para una novela, narrar la vida de Elisa con el lenguaje y el punto de vista de Carlota que contar la vida de Carlota con el lenguaje y el punto de vista de Elisa. Las cuitas de Carlota es una novela intelectual y política, pero narrada, agudamente, desde una perspectiva no intelectual ni política. En esto se condensa el interés y el logro de esta obra. Cuando Carlota habla de psicoanálisis, por ejemplo, habla de su experiencia. Y lo trivializa, ciertamente, cuando dice de sus sesiones de análisis, a las que asiste obligada por su familia: "Pero qué tedio, mija, el tal análisis era una aburrición. Yo misma no sabía ni de qué hablar". Sin embargo, se da cuenta de que el psicoanalista ya tiene de antemano el diagnóstico para sus "vahídos": histeria. Del "clásico diván" cuenta que los resortes estaban oxidados y por eso debía estar muy quietecita para que no chirriaran. Y no le pasa desapercibido que el diagnóstico va directo de los vahídos al sexo. Dice de su psicoanalista que le encanta descrestar con su galimatías sobre la transferencia, la libre asociación, las proyecciones y vainas así. Pero tiene una razón por la que prefiere ir: quedarse en casa es peor, sentada por ahí, lidiando el miedo. Salir es liberarse un poco.
Carlota es una mujer atrapada, y esa sensación se transmite con mucha fuerza en la narración, sin recurrir a explicaciones, sólo con historias. Atrapada en su familia, en su clase, en su religión, en su matrimonio, en los tratamientos médicos. Cada institución es una autoridad que le impone nuevos deberes y cierra el paso a sus propios deseos. Elisa es para ella un modelo de libertad y rebeldía, desde la adolescencia. Sin embargo, la vida que importa en la novela es la de Carlota, porque es ella la que va pasando por un lento y difícil proceso de emancipación personal y se desata, a un costo muy elevado, de cada autoridad y cada yugo. El final no es la realización plena de un proyecto de formación ideal, cumplido etapa por etapa hasta culminar en la madurez de una vida armónicamente adaptada a la sociedad. Por el contrario, el final de la novela es más bien cómico y Carlota termina enredada en una loca aventura terrorista, con consecuencias intrascendentes en lo político, contra la embajada colombiana en Ginebra, cuyo embajador había sido en otra época su amante.
El lenguaje de Carlota es cómico, no sólo por la gracia de las historias que cuenta y su manía de hacerse la tonta, sino porque lo absorbe todo como charla y ahí ya no se distingue lo serio de lo trivial. Todo parece trivial, porque ella se asume como ignorante y "apendejada". Pero la ironía narrativa no nos deja saber a ciencia cierta si lo serio sí es tan serio o si, finalmente, Carlota tiene razón en que todo forma parte, en general, de las cuitas de la vida de las mujeres. La psiquiatría es una estafa, el matrimonio es una trampa, la política de izquierda es un autoengaño, el psicoanálisis es hablar pendejadas más la jerga ininteligible del analista. Incluso de su admiración por Elisa no podemos estar tan seguros, porque es igualmente ambigua. De Elisa todo lo sabemos por Carlota: que su novio de juventud se metió a la guerrilla, aunque tal vez estaba más bien escondido por ahí. Que resultaron implicados en un proceso penal contra el ELN, pero al final el dinero de la odiada familia de Elisa termina sacándolos a ambos del lío. Que terminan por casarse, después del noviazgo ideal, y a los ocho días Elisa se da cuenta de que no lo soporta. En el epílogo, a pocas páginas de terminar la novela, Elisa pasa por Ginebra, donde vive Carlota, de paso hacia París, detrás de una feminista francesa, descrita por Carlota en estos términos: "una francesa con el pelo cortado al rape que tenía a todas las feministas roletas con sus discursos sobre la ley fálica del lenguaje y la celebración del texto como el reino de la madre todopoderosa. ¿Habráse visto? Yo no entendía ni pío de la tal jeringonza. Y todavía menos de lo que llamaban jouissance. ¡Dios mío, eso era algo así como escribir haciéndose la paja".
En algún momento del relato, Carlota hace una distinción entre entre la Historia con mayúscula, que es la de Elisa, y la petite-histoire que es la suya. Todo parece indicar que sólo hay petite-histoire y que lo único serio, en esta novela, es la lucha individual por librarse de tantas autoridades que pesan sobre la vida.
Spécifications
- No. de collection
- 287
- ISBN
- 9789588245423
- Langue
- Espagnol
- Auteur
- Helena Araujo
- Genre
- Nouvelle
- Editeur
- -
- Année de parution
- 2013
- Nombre de pages
- 219
- Format d’édition
- Broché
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